El cuerpo humano es una máquina compleja que, en muchos aspectos, funciona de manera automática. Respiramos, digerimos, regulamos la temperatura corporal y el ritmo cardíaco sin pensar en ello. Esto es posible gracias a una parte fundamental del sistema nervioso: el sistema nervioso vegetativo, también conocido como sistema nervioso autónomo.
El sistema nervioso vegetativo (SNV) es la parte del sistema nervioso periférico que controla de forma involuntaria las funciones vitales del organismo. Actúa como un sistema de control automático que regula la actividad de órganos como el corazón, los pulmones, los intestinos y las glándulas. Su función principal es mantener el equilibrio interno del cuerpo, también llamado homeostasis.
Este sistema actúa sin intervención consciente: usted no decide cuándo sudar, acelerar su ritmo cardíaco ante un susto o dilatar sus pupilas. Todo esto lo hace el SNV por usted, ajustando su cuerpo a diferentes situaciones.
El SNV se divide en dos ramas principales, que trabajan en conjunto y en equilibrio:
1. Sistema nervioso simpático
El sistema simpático es responsable de preparar al cuerpo para situaciones de estrés, peligro o actividad física intensa. Es el sistema de la “lucha o huida” (fight or flight).
Cuando se activa el sistema simpático:
Esta respuesta permite al cuerpo reaccionar rápidamente ante amenazas o situaciones que requieren un gran esfuerzo.
2. Sistema nervioso parasimpático
Por el contrario, el sistema parasimpático es el encargado de las funciones de descanso, recuperación y conservación de energía. Se activa en estados de calma y favorece la digestión, el sueño y la regeneración del organismo. Es el sistema del “reposo y digestión” (rest and digest).
Cuando predomina el sistema parasimpático:
Ambos sistemas funcionan como un equilibrio dinámico: mientras uno activa ciertas funciones, el otro las modula o reduce, dependiendo del estado del cuerpo y del entorno.
Comprender cómo funciona el SNV puede ayudar a interpretar mejor ciertos síntomas físicos y emocionales. Por ejemplo:
El estrés crónico puede mantener al sistema simpático hiperactivo, lo que contribuye a problemas como insomnio, hipertensión, trastornos digestivos y ansiedad.
Técnicas como la meditación, la respiración profunda o el yoga pueden estimular el sistema parasimpático y favorecer la relajación y el equilibrio interno.
Algunas enfermedades o medicamentos pueden alterar el funcionamiento del SNV, afectando la presión arterial, la digestión o la frecuencia cardíaca.
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